"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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30-04-2013 |
Raquel Roberti
Director del Laboratorio de Psicología del Trabajo en Francia y profesor honorario de la UBA, analiza las nuevas formas de labor y su importancia en la formación de identidad.
El trabajo es salud, sostiene un viejo dicho constituido y consolidado en el siglo XX como un imperativo: para estar bien hay que trabajar, y las cuestiones inherentes a la labor desarrollada son una mera anécdota. El burn-out (síndrome del “quemado”) o el mobbing (persecución del empleador para que el empleado renuncie) se ven como una desgracia ajena, al igual que el desempleo. “Todos comparten una sensación de miedo por sí mismos, por sus seres cercanos, por sus amigos o por sus hijos, frente a los riesgos de la exclusión. Pero no todo el mundo comparte el punto de vista según el cual las víctimas del desempleo, de la pobreza y de la exclusión social serían también víctimas de una injusticia”, señala Christophe Dejours, psiquiatra especializado en temas laborales, director del Laboratorio de Psicología del Trabajo en Francia y profesor honorario de la UBA, donde sus textos forman parte de la currícula obligatoria desde hace 15 años. Autor de, entre otros títulos, El factor humano (Lumen, 1998), Trabajo y desgaste mental (Hvmanitas, 1990) y La banalización de la injusticia social (Topía, 2006), Dejours estará en el país entre el 2 y el 13 de mayo, y entre otras actividades inaugurará el Segundo Congreso Universitario de Psicología Aplicada al Trabajo y dictará el seminario “El sufrimiento en el trabajo”, organizado por la revista Topía. Antes de viajar, conversó con Veintitrés vía e-mail sobre el trabajo en la vida moderna.
–¿Cuál es el sentido del trabajo?
–Cuando es elegido libremente y el trabajador puede realizar un trabajo de buena calidad, es un mediador de la realización personal y de la construcción de identidad, es decir que es beneficioso para la salud mental. Pero cuando es impuesto por la necesidad de un salario, y si además descalifica al que lo hace, genera sufrimiento y es perjudicial. De una manera más general, el trabajo es un medio de conquista de un estatus social y de derechos sociales, de manera tal que el desempleo es peor que el trabajo, incluso cuando no es calificado. Pero el trabajo nunca es neutro para el ser humano.
–¿Qué perjuicios y beneficios tiene la estructura moderna del trabajo?
–Esta nueva organización, junto con los métodos de evaluación individualizada de los rendimientos, acentúa la competencia entre los trabajadores asalariados, genera patologías de sobrecarga, como trastornos musculares y óseos, burn-out, doping… y desestructura las solidaridades y la vida en comunidad.
–¿Qué genera el desempleo?
–Impide que hombres y mujeres tengan la posibilidad de contribuir a la sociedad. Y en consecuencia, les impide recibir una retribución: no sólo en cuanto al salario, sino también respecto del reconocimiento social. Ahora bien, este reconocimiento tiene un rol importante en la construcción de la identidad, de modo que el desempleo debilita la salud, incide en el resentimiento respecto de aquellos que tienen un empleo y fomenta la violencia social.
–¿Por qué la pobreza, el desempleo, la exclusión, generan tan pocas movilizaciones para reclamar que se reviertan?
–Los desempleados y los trabajadores precarios tienen muchas dificultades para encontrarse y construir juntos proyectos de acción política o de lucha social. Del lado de los asalariados, el miedo de perder el empleo y de alcanzar el campo de los desempleados tiene un rol importante en la resignación. Además, la desestructuración de las solidaridades, a causa de la evaluación individualizada de los rendimientos, constituye hoy un obstáculo serio para la organización de la acción colectiva.
–Pobreza, exclusión, ¿son inevitables o son una injusticia de un sistema dado?
–No son fenómenos nuevos, ya existían en los comienzos del capitalismo industrial, en el siglo XIX, bajo formas temibles. No existe una fatalidad en el incremento de las desigualdades que se observan actualmente. El liberalismo puede dar lugar a diferentes formas de gobierno, como el Estado Benefactor, que permite un mejor reparto de las riquezas y de los servicios públicos. El giro neoliberal es una elección llevada adelante por Margaret Thatcher, Ronald Reagan o Pinochet. Pero si una voluntad política diferente al neoliberalismo viera la luz, sería posible reconstruir una sociedad menos discriminante y menos desigual.
–¿Por qué las poblaciones adhieren a la idea de que esa situación es inevitable?
–Las personas creen que el neoliberalismo es inevitable porque los intelectuales y dirigentes confluyen con los economistas en la adhesión a esa filosofía, de la cual obtienen beneficios sustanciales. Hoy son los artistas, los cineastas y los actores los que resisten al neoliberalismo. Los intelectuales son poco contestatarios y participan de la dominación simbólica del neoliberalismo. Este es un elemento importante en la resignación y el sentimiento de impotencia de los trabajadores en la actualidad.
–¿A qué obedece que sobre todo los jóvenes adhieran a una hiperactividad profesional?
–Los jóvenes, y en particular los jóvenes cuadros empresariales, están formados en universidades en las cuales se enseñan las ciencias de la gestión, pero no las ciencias del trabajo. Y a falta de tener una formación intelectual sobre el trabajo propiamente dicho, no poseen las herramientas, los conceptos ni las teorías necesarias para desarrollar un espíritu crítico que les permitiría experimentar otras formas de organización del trabajo.
–¿Por qué no se habla de salud en el trabajo?
–Se habla poco porque los psiquiatras, psicólogos clínicos, psicoanalistas, no conocen bien el mundo del trabajo y son reticentes a meterse en una disciplina que no dominan. En el polo opuesto, los especialistas en salud pública y en medicina laboral no conocen bien las patologías mentales, o la psicopatología del trabajo. En ambas disciplinas, el interés está puesto en las enfermedades y en el tratamiento. Hay un déficit de conocimientos sobre las condiciones del placer y de la realización personal a través del trabajo. Todos estos especialistas ignoran los recursos extraordinarios del trabajo como mediador del lazo social, y como formación para vivir en comunidad. No saben pensar la cooperación y por eso mismo no saben pensar la salud en el trabajo.
–¿Trabajo y sufrimiento van de la mano?
–El sufrimiento siempre está presente junto con el trabajo, es algo inevitable. Pero lo que no está determinado de antemano es el destino del sufrimiento. En algunos casos, este sufrimiento sin salida se acumula y empuja a los trabajadores hacia la enfermedad mental. En otros, puede ser transformado en placer a través de la realización personal, el reconocimiento de los otros y la emancipación. El sufrimiento en el trabajo puede entonces engendrar lo peor o lo mejor. Y esto depende de la organización del trabajo, de sus principios y de sus métodos. No existe una fatalidad en el destino del sufrimiento.
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